En la teoría todo es fácil, pero creo que
el pajarito se olvidó de contarnos qué hacer en la práctica.
Se olvidó de contarnos qué hacer cuando no sabés
qué hacer. Qué decir, cuando te quedas sin palabras. Qué contestar, cuando no tenés
respuestas. Qué comer, cuando se te cierra el estómago. Qué llorar, cuando no te
quedan lágrimas.
El pajarito la pifió. No nos dijo qué difícil
que podía llegar a ser. Que por más que uno deje todas sus fuerzas intentando
alcanzar la cima, no siempre lo logra.
Creo que si hoy me encontrara con ese
pajarito, le daría una piña en la cara, y seguramente, acto seguido un poco de
agresión verbal… Pero al final, también le agradecería. Porque si me diera
todas las respuestas, y me hiciera el camino más fácil seguramente no sería tan
divertido transitarlo. No quedarían sabores agridulces ni perfumes cítricos, ni
momentos de la vida musicalizados.
Es cuestión de aprender a guardar esos
gustos, esos aromas y esa música. Recordarla cuando uno lo sienta necesario. Y que
perdure la parte práctica que nos salió bien para poder repetirla, y que la que
no haya salido del todo bien se convierta en teoría propia. En teoría
aprendida. En teoría vuelta práctica. En teoría enseñanza.
Y, en teoría, todo saldría bien…